Hierba mala regenta en su prosapia y no quiere dar el raciocinio a esas bocas hambrientas que deambulan; con ganas de ver esa lengua obradora vaciando la vianda corrupta, que normalmente relamen con capricho.
Ante sus risas y su regencia, le conceden los honores de frecuentar sus visitas y de dominar las horas postradas, acompañada de sus más fieles siervos, que conservan la frescura de avasallar a quien atrofie la pauta generada.
No fisgéis cuando camine,
ni apuntéis cuando calumnie,
dejar pasar su ira de falsedades
y serviros de la gracia.
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